Fotografías: Norte de Castilla y propias.
Desde León se vendió y si vivió como si de un derbi se tratase, aunque un partido entre dos equipos que llevan 42 años sin verse las caras en choque liguero (no así con nuestro filial), no está muy claro que pueda llamarse así.
El caso es que, para nosotros, se presentaba un partido de rivalidad regional, un campo nuevo que visitar, una ciudad agradable en la que pasar el día y un horario más que óptimo para desplazarnos desde Madrid, de manera que no podíamos dejar pasar la oportunidad de estar presentes en el estadio leonés junto a los aproximadamente 800 aficionados pucelanos.
Así, nuestra expedición conformada por tres coches se desplazó a León, aparcando junto al estadio para, desde allí, dirigirnos a pie al centro de la ciudad con el fin de unirnos al resto de amigos y aficionados desplazados desde Valladolid, concentrados todos en el corazón del célebre Barrio Húmedo.
Por las distintas tabernas del citado barrio transcurrió la mañana, el aperitivo y la comida; un ambiente de lo más colorido en blanco y en violeta animado en todo momento por los cánticos de nuestras peñas más jóvenes y animosas.
Tras el incomprensible plantón de la Federación de Peñas leonesa, con quienes estaba previsto compartir un pequeño acto de “hermandad”, peñistas y aficionados desplazados nos concentramos en la plaza para dirigirnos al estadio en “corteo”, el cual recorrió calles y avenidas leonesas entre cánticos hasta la misma puerta del estadio.
Ya en los graderíos, toda la tranquilidad que durante el día disfrutamos por las calles de la ciudad (ni un mal gesto), se transformó en una hostilidad más que llamativa, con continuos cánticos ofensivos y provocaciones desde grada y césped.
El partido estuvo cargado de emoción con continuas alternativas en marcador y juego. Una lástima que, con el 2-4 en el tanteador, sonó ese cántico maldito de “Qué bote Zorrilla” que, cada vez que suena fuera de casa, acaban remontándonos. Y pudo ser peor…