Albacete es una ciudad de especial simbolismo para la Peña del Real Valladolid en Madrid ya que fue allí donde, allá por el mes de enero de 2007, nos desplazamos por primera vez tras constituir oficialmente la Peña. Fue aquél un viaje muy especial del que, aún hoy, pese a haber pasado más de nueve años, seguimos recordando numerosas anécdotas.
Mucho tiempo después, tras varios años sin encontrarnos con el Albacete Balompié en la misma categoría y alguno que otro en el que sí nos cruzamos pero tuvimos la mala suerte de que el partido se jugó entre semana, el año pasado regresamos en otro magnífico desplazamiento en el que hicimos noche y aprovechamos para conocer y disfrutar el gran ambiente nocturno de la ciudad.
Con estos dos precedentes y pese a que ni la época del año ni el momento de juego del equipo eran los más propicios para un desplazamiento masivo, un pequeño grupo de peñistas de Madrid salimos en un coche rumbo a la capital manchega para acompañar al equipo y tratar de disfrutar de una victoria del Pucela como la del año anterior.
Llegamos a Albacete a mediodía y, tras un aperitivo y un breve paseo por el centro de la ciudad, nos sentamos a comer en una de las muchas terrazas de la tradicional calle Tejares, cuyo magnífico ambiente, que ya pudimos disfrutar en anteriores visitas, no se reduce solo a horas nocturnas.
A primera hora de la tarde pusimos rumbo al estadio Carlos Belmonte, haciendo por el camino una parada en un bar muy próximo al campo y de gran ambiente futbolero para tomar café. En su interior, comprobamos que eran muchísimas las bufandas de equipos que colgaban de sus paredes, por lo que decidimos hacerles entrega de una bufanda de nuestra peña con intención de que los colores blanquivioletas también estuvieran presentes en tan futbolero local. Ni que decir tiene que, como siempre que visitamos Albacete, el ambiente con la parroquia local fue de lo más sano.
Llegada la hora del partido, accedimos al estadio y nos juntamos con los otros cuatro o cinco aficionados blanquivioletas presentes en el estadio, disfrutando de un partido sin excesivo brillo pero que, tras 90 minutos de muchos nervios, se saldó con una victoria del Pucela que, ni que decir tiene, hicieron el viaje de vuelta (parada incluida en Mota del Cuervo) mucho más llevadero.